Después de mi experiencia del pasado sábado 26 de Noviembre en el Día Mundial en Recuerdo de las Victimas en Siniestros de Tráfico, os dejo mi reflexión sobre el tema:
Además de las frecuentes secuelas físicas, también las hay psicológicas en los siniestros viales. Las lesiones y secuelas psíquicas son muy frecuentes y de alta cronicidad si no se tratan en el momento y con la técnica adecuada. La más frecuente secuela es el trastorno de estrés postraumático con una prevalencia de 6- 45% de los supervivientes. Así como los síntomas de ansiedad de diverso tipo en especial trastorno de ansiedad generalizado (36% de los supervivientes), la fobia a conducir (el 20 a 30% de supervivientes) y los episodios depresivos(10%de supervivientes de AT.).La valoración dirigida hacia los síntomas psiquiátricos y realizados de forma precoz,y con un seguimiento temporal suficiente,es el mejor método de intervención, de tratamiento y prevención de la frecuente discapacidad crónica que pueden conllevarlos problemas psiquiátricos tras accidentes de tráfico si no son tratados.
A diferencia de las heridas físicas, las psicológicas también pueden afectar al entorno de la víctima. Resulta interactivo el estado psicológico tanto de las víctimas como de sus familiares más cercanos. La mayoría de los estudios científicos realizados hasta la fecha, se centran en la evolución de los síntomas postraumáticos en niños y adolescentes que han sufrido accidentes junto con sus padres. En ellos queda evidente la relación directa entre la importancia de la propia psicopatología postraumática de los padres y la evolución de la de los hijos. Por otro lado,las reacciones por estrés agudo de los familiares suelen requerir también una intervención inmediata y sólida. Los episodios depresivos así como los cuadros de duelo patológico crónicos no son raros en los familiares más cercanos.Así mismo,la atención psiquiátrica en el momento del accidente o en la comunicación del mismo puede resultar positiva en la prevención del desarrollo de problemas emocionales posteriores.
Respecto a la concienciación social y política sobre estos problemas, lamentablemente, como sucede en relación a todos los aspectos relacionados con la enfermedad y el sufrimiento mental,la natural concienciación y conocimiento sobre los problemas psiquiátricos nada infrecuentes tras sufrir accidentes de tráfico,incluso en los que se hayan sufrido leves daños físicos,continúa resultando insuficiente en nuestro medio.Sin embargo,solo unas buenas estrategias y políticas de formación continuada de todos los profesionales en la atención a los mismos sobre el tipo de trastornos psiquiátricos posibles tras ellos y la importancia de su detección dirigida y precoz,así como de una información a la población suficiente y sin prejuicios,son las que están demostradas resultan útiles en la prevención de las secuelas psiquiátricas tras A.T. y alivio de la cronicidad y discapacidad global que suponen.
Por ello, es muy importante crear Unidades de Tratamiento Integral de accidentes de tráfico, como ya existen en Málaga,Barcelona, Madrid o País Vasco. En la actualidad no disponemos de este tipo de recurso en nuestro medio almeriense.
Como viñeta Clínica: “Sólo de pensar que tengo que conducir me pongo nervioso”, “Desde el accidente que tuve, me siento incapaz de coger el coche”, “¿Por qué me bloqueo al estar al volante?”. Pensamientos como estos se refieren a un problema mucho más habitual de lo que nos podría parecer. En el argot profesional se le llama “Amaxofobia”, que significa fobia a conducir.
Etimológicamente, la palabra «amaxofobia» proviene del griego ἄμαξα (‘amaxa’ «carro») y φοβία (‘fobia’ «temor»). Clínicamente, es catalogada como fobia específica o trastorno de ansiedad causado por un miedo irracional a la exposición de objetos o situaciones específicas, en casos graves, a representaciones. No debe confundirse con el temor característico de los conductores novatos, el cual se puede ir superando por medio de la práctica constante.
Como fobia, significa un miedo injustificado ante situaciones u objetos que no son peligrosos en sí mismos y que no producen miedo en las demás personas. Dentro de las distintas fobias, la podemos englobar en el grupo de los miedos asociados a los medios de transporte (fobia a volar, a tomar el metro…). En su grado más extremo o paralizante, estaría relacionada con la agorafobia, esto es, un miedo incontrolable ante situaciones en las que no existe un amparo concreto si nos ocurre algún problema de salud. Es un problema que afecta a más del 30% de los conductores españoles en diferentes grados y dentro de este colectivo un 75% son mujeres.
Existen muchas causas que pueden generar fobia a conducir, pero las mayoritarias podrían ser haber sufrido un accidente de tráfico, haber sufrido un ataque de pánico al volante o alto nivel de ansiedad en situaciones de las que no se pueda escapar fácilmente, no haber alcanzado suficiente pericia al volante o incluso no haber conducido al obtener la licencia.
Obtener el carnet de conducir no supone más que el primer paso a la hora de aprender a manejar un vehículo. Los sentimientos de “ser manejado” por el coche más que tenerlo bajo nuestro control pueden ser frecuentes. Por ello, muchas personas tardan más tiempo del habitual en superar esta fase y los que no lo consiguen son fuertes candidatos a sufrir amaxofobia. Pero no son los conductores faltos de experiencia los únicos que pueden sufrir amaxofobia. El miedo a la conducción es cada vez más habitual en conductores con muchos años de conducción y kilometraje, que les puede sobrevenir por múltiples causas: haber vivido un episodio traumático como una colisión, sufrir estrés continuado o trastornos de ansiedad, entre otros, son situaciones que pueden actuar como desencadenante del miedo a conducir.
Cabe destacar el alto grado de incomprensión que sufren las personas con fobia a conducir. Para muchos conductores, el manejar un vehículo no supone mayor problema que las tensiones asociadas a los factores externos y el considerar que los demás pueden ser incapaces de conducir, o hacerlo con miedo, está fuera de su percepción. Este hecho supone un problema añadido para las personas con fobia a conducir ya que dicha incomprensión puede acabar mermando su autoestima.
Como en otros trastornos fóbicos, la respuesta de huida-evitación produce en el sujeto una sensación de alivio de la ansiedad, que mantiene el síntoma por refuerzo negativo. Esta respuesta llega a ser tan poderosa que se vive cómo la única posible para hacer frente al problema. Por este motivo esta fobia requiere un múltiple abordaje: Modificar las ideas sobre la amenaza del tráfico y los demás conductores; Cambiar la autopercepción de competencia por parte de la persona; Suprimir y evitar la respuesta de huida en el tráfico.
Os dejo una breve reseña de todo un clásico “Muerte de un ciclista”, de Juan Antonio Bardem como director y realizada en el año 1955. Me parece un buen ejemplo en el que se pueden identificar las distintas reaccione, en especial LA VIVENCIA DE CULPA ante una misma tragedia, en este caso un accidente de tráfico.