El curso de mi trabajo como perito forense psiquiátrico, me ha llevado a valorar en alto grado la importancia no solo del daño psíquico que puede sufrir la persona ante una situación violenta, agresiva o delictiva directamente por esta misma. El cómo sufre y qué le implica psíquicamente, en el curso de un proceso legal, a la víctima de un posible delito (la denominada vivencia traumática), no solo se limita a la evaluación psiquiátrica de lesiones y secuelas psíquicas directas. Los frecuentes daños psíquicos que el implicado puede sufrir por el propio paso por el proceso judicial, la denominada victimización secundaria, va a ser el aspecto sobre el que quiero reflexionar.
Los casos en los que he trabajado recientemente en evaluación psiquiátrica forense (abusos sexuales, maltrato, secuelas tras atentados, secuelas tras estafa, etc.), han coincidido únicamente todos en el alto coste personal que ha sufrido el individuo/individuos que evalué el hecho de su paso por el Sistema de Justicia y la lucha frente a la poderosa maquinaria de la Administración en general.
Hay muchos elementos que contribuyen a incrementar y potenciar una situación de daño por lo que he descrito. LA VICTIMIZACION SECUNDARIA puede proceder de la suma de elementos como los siguientes: Muchas veces se prioriza en los procedimientos judiciales los datos objetivos a investigar, y se olvida la atención a la persona afectada. Es muy frecuente la falta de información previa y durante la evolución del procedimiento, o de las posibles consecuencias o del destino que pueda implicarle al denunciante y denunciado en un posible proceso judicial todo ello. El desconocimiento también puede extenderse al papel de cada profesional que debe intervenir en este largo y amplio proceso, con lo cual probablemente será más difícil para la persona ubicarse para el acto del Juicio ante la intención de preguntas, el momento en el que se debe o no intervenir, o comprender la imposibilidad de explicar lo que uno entiende claro y justo (su verdad). En ocasiones, una víctima de un posible delito ante se encuentra cuando denuncia en un entorno carente de intimidad y seguridad percibida (por ejemplo largas declaraciones en comisaria por maltrato de pareja que deben reiterarse ante varios funcionarios). La lentitud del procedimiento judicial y administrativo también es importante como elemento que dificulta la recuperación psíquica de la víctima de una vivencia traumática que pueda ser delictivo. Además lo que deberá relatar en el acto de Juicio Oral (para demostrar lo sucedido, tolerar que se cuestione su credibilidad, verse cercano físicamente al agresor, etc.), todas estas situaciones le resultaran altamente estresantes.
Mi trabajo en los Juzgados como Perito Forense Psiquiatra me está demostrando que la exposición de la persona evaluada por mí, siempre deberá tener en cuenta el posible elemento añadido de “victimización secundaria” en el daño psiquiátrico y su evolución sufrida. Recuerdo con gran carga de responsabilidad mi experiencia como Perito Psiquiatra en la evaluación por mí de tres niños pequeños abusados sexualmente: de mi Informe Forense Psiquiátrico dependió ,en primer lugar, que no se archivara el procedimiento contra el supuesto agresor, a pesar de las incontables intervenciones previas por diversos profesionales del Sistema Sanitario, Servicios Sociales, y Administración de Justicia. Del mismo pude concluir la credibilidad y validez aceptable del testimonio de los menores, y en ese informe se basó la Sentencia de Condena del Acusado. A parte de la dificultad Técnica del mismo, me resultó especialmente grave y alarmante que tras incontables intervenciones de múltiples profesionales, el caso no se archivara en fase de Instrucción “In extremis”, por un Informe mío realizado con urgencia. ¿Para qué se les había sometido a esos niños, que ya habían sufrido un daño inicial directo, a todas esas valoraciones si casi nadie concluía nada? Sin embargo, en la valoración final de esas valoraciones todos solían citar que se pretendía, ante todo, evitar la victimización secundaria de unos posibles niños abusados. Por supuesto, los niños y la madre necesitaron entonces tratamiento psiquiátrico y lo continúan.
Para ilustrar este concepto que parece tan teórico de victimización secundaria (como parece todo lo relativo al sistema judicial, y aseguro que no lo es), he pensado en el Primer Capítulo de La Segunda Temporada de LA SERIE IN TREATMENT. Es una serie de televisión estadounidense acerca de un psiquiatra psicoterapeuta psicoanalítico, el doctor Paul Weston, y sus sesiones semanales con sus pacientes. Está basada en una serie israelí exitosa llamada BeTipul בטיפול («en terapia», en hebreo) y también tuvo un correlato de éxito en la adaptación realizada por la televisión Argentina a partir de 2012. El resumen de su argumento es el siguiente: El doctor Paul Weston es un psiquiatra terapeuta psicoanalítico con una consulta en las afueras de Maryland. La serie se desarrolla a través del día a día de la interacción con sus pacientes, y su propia supervisión como terapeuta. Durante la primera temporada, cada capítulo se dedica a la sesión semanal con un paciente definido y finalmente los viernes a la supervisión con su propia terapeuta. En la segunda Temporada el Dr. Paul Weston se ha divorciado y trasladado a Brooklyn. En el primer episodio, el que quiero usar como modelo y recomiendo, continúa la serie a través de la relación con el padre de Alex, uno de sus pacientes de la primera temporada. Este interpone una denuncia contra el Psiquiatra por negligencia, que a su vez sirve de hilo conductor hasta el final de la temporada.
Aprecio en gran medida la valía de esta serie, desde su pulcritud técnica cinematográfica, pero sobre todo por su magnífico reflejo tanto de múltiples aspectos del sufrimiento psíquico de los pacientes, como de la intervención psiquiátrica y psicoterápica. Así mismo, por su certero dibujo del trabajo de un psiquiatra y psicoterapeuta. Aunque acepto sin duda mi parcela de espectadora subjetiva, yo me dedico a lo mismo y me apasiona mi trabajo, su innegable éxito mundial creo que corresponde a la amplitud de contenidos humanos y vivenciales que aporta.
Este capítulo plantea una dura situación que le puede suceder a cualquier persona: verse demandado ante un Juzgado sin entender poco o nada del Sistema Judicial o por qué se ve inmerso en ello, pero tener que enfrentarse a esa realidad innegable: una reclamación legal seria y que pueda afectar toda su vida. En este caso, el Doctor Weston es demandado por la familia de un antiguo paciente, Alex, que murió en una misión de la Armada. Había realizado con él un tratamiento no muy largo y complejo, que abandono por decisión propia. Ahora su padre quiere que el Psiquiatra viva su propio daño y dolor, pues piensa que no impidió su alta médica y que por ello es culpable de la muerte de su hijo (que él considera fue un suicidio y no así el antiguo psiquiatra y terapeuta de su hijo): “Porque no me basta que lo entienda, lo va a pagar”. EL “pago” al que se refiere es una demanda por negligencia y mala praxis, y una indemnización de 20 millones de dólares. Es decir, el Dr. Weston se enfrenta a su posible total ruina económica y muy probablemente profesional.
ESTA SITUACIÓN QUE PARECE EXTREMA, NOS PUEDE SUCEDER A CUALQUIERA.
Os dejo un enlace del resumen de capítulo