Como quedamos: realidad y ficción en la Salud Mental a través del cine.
La ruptura psicótica puede comenzar en plena infancia (está descrita hasta en niños de 5 años) aunque es más frecuente en la etapa de crisis (cambio) adolescente, el momento de mayor fragilidad para la externalización en aquellos más vulnerables.
Conceptos como casi todos los que tienen que ver con la sintomatología, psicopatología, por no hablar de etiología, en Salud Mental son siempre de alta intangilibilidad y entiendo de difícil compresión para cualquiera no técnico en la materia. Mi deseo es acercaros algo tan real como una enfermedad que sufre en estos momentos que escribo al menos el 1% de la población mundial( esquizofrenia; cálculo siempre muy socorrido para ubicarnos: ¿Cuántos de un campo de futbol repleto con 100.000 espectadores?). Y esto solo si hablamos de la enfermedad mental típica y tópica, “el loco” que vemos por las calles hablando solo (realmente no es así, dialoga con sus voces o con otras personas que solamente ellos ven), o tirado en un banco rodeado de su equipaje vital y algún cartón de vino, en su grupo de iguales. Por si no lo sabéis esto que describo se denominan Integración en la Comunidad del Enfermo Mental Crónico Grave. Ya no deben resultar elegantes las Unidades de Hospitalización para enfermos mentales crónicos, aunque estos no tengan a nadie que pueda o quiera atenderles, que les dé su medicación para que sufran en menor medida sus síntomas, para que su salud en general y dignidad humana puedan ser valoradas como las de cualquier enfermo crónico, con las únicas salvedades que implica la enfermedad mental, claro. Nuevamente esto es material de otra historia.
Psicosis no es sinónimo de esquizofrenia. Es un cuadro sindrómico que incluye fundamentalmente alteraciones del pensamiento (en su contenido-ideas delirantes, y en su curso- bloqueo, eco, robo, inserción, difusión del pensamiento, etc.), trastornos de la sensopercepción (ver, oír, palpar, oler… lo que nadie más), lógicas alteraciones de conducta ligadas a los anteriores y trastornos de la vida afectiva y volitiva, impedidas por la irrupción psicótica.
Todos podemos sufrir un episodio psicótico a lo largo de nuestra vida, por múltiples etiologías (tóxicos, fármacos, daño orgánico cerebral, comórbida a otra patología orgánica etc.), así como episodios “claramente psiquiátricos” disociativos reactivos a estrés agudo extremo, aparecer síntomas psicóticos en el curso de otras enfermedades mentales graves (Trastorno Depresivo, Trastorno Bipolar, Trastorno Borderline de Personalidad, Trastorno de Ideas Delirantes Crónico). Pero la irrupción en la infancia y adolescencia es el momento probablemente más duro, a veces difícil de diferenciar de los propios cambios evolutivos de un niño, inesperado siempre.
He pensado en dos películas radicalmente distintas para ilustrarlo. La pura descripción de síntomas de ”El sexto sentido” (M. Night Shyamalan, 1999)(obviemos el final hollywoodiense) y la vivencia dinámica desde “El niño que grito puta” (Juan José Campanella, 1991).
Prefiero que se “vean” primero los síntomas claros (El sexto sentido) y luego (El niño que grito puta) se pueda uno adentrar en el mundo del doble vinculo, la disociación, la identificación proyectiva, la escisión, y el desbordamiento agresivo en un niño que no sabe ni puede encauzar (tampoco su alrededor) algo tan virulento como la psicosis que va trabándose en una infancia sin figuras parentales presentes, sin límites ni normas, sin intercambio afectivo adecuado, sin instancia de conciencia moral. Una relación madre-hijo en la que desde la doble vinculación de la madre (te quiero pero no te quiero, te temo pero no te temo, estás loco pero te saco del hospital…) y de algún modelaje psicótico adulto en un excombatiente de Vietnam.
La escena final me parece perfecta para el tema que tratamos: por primera vez se pronuncia la palabra psicosis. La madre acepta, por fin, la realidad que tienen. Lo triste es que llega tarde para ayudar a su hijo de doce años, ya con su vida y su mente destruida por la ruptura total psicótica.
Pretendía ser mucho más clínica, teórica y cientifista. Pero, ¿acerca eso a la realidad a alguien que no se psiquiatra?
¡Por supuesto, se admiten sugerencias!