Realidad y ficción de lo que vivimos

Realidad y ficción de lo que vivimos

Hace demasiado tiempo que no escribo, ni para mi blog de trabajo ni por escribir. Vamos a remediarlo!

El comienzo de esta semana me mantiene aún resacosa por la vorágine de experiencias y sentimientos  relacionados con lo vivido en las pasadas, especialmente la pasada semana. El trabajo como psiquiatra y psicoterapeuta con niños, adultos y familias, a veces resulta concentradamente  intenso. Supongo que ese es el motor de esta adicción masoquista pero tan reconfortante (y, por otro lado, trabajo que alguien debe hacer y mejor si es con disfrute y vocación, a pesar del matiz masoquista).

 

Además el trabajo en Psiquiatría y Psicoterapia Privadas implica una cualidad de vivencia e implicación de alta exigencia, casi como ante todos tus hijos que tienes que acompañar en su curso vital, acunar cuando se caen pero ayudarles para que se levanten por sí mismos, ser firme sin vacilar cuando te lo están pidiendo con síntomas pero no doblegarles a tus propios síntomas, saber estar pero también desconectar (¿¿¿¿alguien conoce la fórmula magistral????), no esperar nada salvo la mejoría de la persona que sufre (sabiéndote humano, sensitivo e intersubjetivo)(salvemos la obviedad de que abonen tus servicios coherentemente), no mostrar de ti salvo lo técnicamente correcto y no yatrógeno (algo un poco complicado en una ciudad pequeña como la nuestra), exigirte un equilibrio que no salpique a tu familia aunque les tenga que robar tiempo, atención, espacio psíquico y hasta emocional (somos así de limitados los humanos o, al menos, yo lo soy), seguir formándote siempre con una guía de trabajo coherente y valiosa, estar siempre y no poder fallar (mucho sufrimiento depende de ti), y finalmente aceptar las limitaciones de la realidad, d las enfermedades mentales, los avances científicos y tus muchas fallas técnicas no registrada a tiempo d subsanar.

He tenido, perdón, sigo teniendo, una experiencia muy dura con varios pacientes graves que se han descompensado a la vez  en lugar de avanzar, junto a la cronicidad imposible d otros. Esta es mi vida laboral libremente elegida en todos sus términos. Me siento una privilegiada y muy afortunada.  Pero llevo días preguntándome si es cierta esta vida o un producto de mi mente que necesita vivirse así ? Llevo semanas dialogando con un niño sobre la reencarnación, las personas que llevas en ti y la muerte. Creo que no le puedo ayudar más en su psicosis. Pero es muy frustrante ver, palpar la enfermedad y casi no poder hacer. Si al final es que nos creemos dioses…

La semana pasada también  viví una experiencia muy especial en la cárcel de Almería. Fui, por primera vez, para participar en la proyección d un documental sobre la inmigración en nuestra tierra, sabiendo que despertaría muchas fibras dormidas en mí. Las primeras, la similitud con las antiguas unidades de enfermos mentales crónicos, tan necesarias como políticamente incorrectas como angustiantes. La alienación completa del ser humano: desde él mismo por su enfermedad, desde el exterior  por su reclusión y deterioro. Fue especial, emotivo, motivador y estimulante. Hasta planteé colaboraciones voluntarias con mujeres maltratadas,  rol de madre desde la cárcel, problemas de custodia…la vivencia angustiosa que experimentamos los vestidos con ropa cara, buen abrigo de lana y botas en un lugar tan frío en toda la extensión del concepto.

Pero me quedó la clarísima sensación de que esa sí era realidad y no ficción intelectualizada. Combinar la realidad dura, fuerte, alegre, implicada, de los negros Diola inmigrantes d Roquetas y la presencia, reacción, opinión verdadera d los internos, me hizo palpar la realidad d lo que sí es la vida. No solo mi pequeña rutina de doctora que puede permitirse algún pequeño lujo de vez en cuando pero que quizá tiene que ver en otros menos supuestamente felices la esencia vital.

Así que vuelvo a reafirmarme: me siento una privilegiada. Espero poder dar lo mucho que recibo en mi trabajo de cada persona. Gracias y un saludo a todos los internos del centro penitenciario  “El Acebuche” de Almería. Allí viví el pasado miércoles una gran sorpresa: todas las personas se saludan cuando se cruzan, independientemente de cargo, estado o lugar. Es mi primera vez en los 47 años recién cumplidos que tengo. Y espero que se repita y amplíe la experiencia del saludo cordial y educado, hasta a un desconocido, pero persona.

Sí, una vuelta a escribir algo sentida.

Intentemos aligerar: Vamos a poner realidad a la ficción del cine, un escenario que no se quede en cartón piedra y que nos haga palpar la realidad del sufrimiento y la enfermedad mental con más normalidad. Empezaremos con los problemas en Psiquiatría Infanto-Juvenil. Os espero.

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