Esta semana pasada hemos vivido dos durísimas situaciones en las que los jóvenes, niños, padres se han visto en la primera persona del dolor de la realidad que parece no existir más que en las pantallas d ordenadores o tv.
Pasado la suficiente espera de respeto a las familias, siento se impone la necesidad de meditar sobre hechos tan tristes, sus condicionantes, su ubicación en nuestra sociedad confusa, que se suele debatir entre la irresponsabilidad de la infancia y la imperiosa necesidad de crecer.
Sin ninguna pretensión de hacer pedagogía moral, pienso en la difícil combinación de la desorientación juvenil y la asunción de roles parentales estables, sólidos pero flexibles, que tan complejos aparecen hoy día en las dinámicas familiares. ¿Cómo poder dar una suficiente contención y orden en una sociedad en la que la autoridad clara y definida está por reencontrar?
Esta semana se insiste desde los medios de comunicación en la formación teórica en violencia de género. Violencia en la familia y en la pareja prefiero nominar yo. Violencia extrema al fin y al cabo en las relaciones humanas más estrechas y por ello más susceptibles de generar la eclosión de esa vivencia agresiva soterrada que se actúa descontrolada en episodios. En estas dos tristes situaciones veo como protagonistas otra vez a los menores, los más desprotegidos. ¿O es que realmente se les consigue proteger y yo no lo percibo así?
Acabemos con las frías estadísticas nuevamente: aumenta la violencia entre las parejas menores de 18 años en nuestro país.
Estamos fallando todos, y todos deberíamos cuestionarnos.
http://www.elmundo.es/espana/2014/11/28/54783e25ca4741fc6b8b456f.html