VIOLENCIA MACHISTA

VIOLENCIA MACHISTA

Para reflexionar y avanzar sobre este grave problema que padecemos todas las sociedades humanas, es imprescindible conocer la realidad del mismo. Vamos a dar algunas pinceladas desde  mi trabajo como psiquiatra y psicoterapeuta

Violencia machista es la violencia ejercida por un hombre contra una mujer por el hecho de ser mujer, que puede sufrirse de una manera  física como psicológica.  Naciones Unidas entiende como violencia contra la mujer «todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”.

Se debe diferenciar en este tipo de violencia la  ejercida sobre la mujer en el seno de una relación sentimental y aquella que se da en otros ámbitos sin relación de pareja que intermedie (como es el caso de las violaciones en grupo). Sin embargo, muchos de los síntomas y secuelas pueden ser equiparables en ambos casos.

Nos centraremos en este artículo en  la violencia machista ejercida en el seno de una relación sentimental.

Algunos conceptos

En primer lugar, la violencia machista (VM) esta debe diferenciarse del conflicto de pareja o de una mala relación de pareja:  este último  se refiereal contexto de una relación simétrica, asociada a problemas emocionales, de incompatibilidad y de comunicación, que impiden la resolución de las diferencias, intereses, deseos y valores entre ambos miembros de una pareja. Pero no hay intención de someter, de dominar, ni de provocar daño.

Está bien definido  el desarrollo  de la Violencia machista en pareja, pues  su inicio  suele ser  insidioso y su curso predecible: Suele iniciarse durante el noviazgo (aparecen conductas sutiles de control, descalificación, humillación y aislamiento), y en los inicios de la convivencia o durante los embarazos se hace más evidente, y posteriormente aparece el maltrato físico. Los episodios suelen repetirse con un carácter cíclico.

La  media de permanencia de la mujer en pareja con el agresor oscila entre 5 años en población general y 10 años en población clínica.

Leonor Walker ha identificado las diferentes fases que se repiten en los casos de violencia de género. Lo que Walker ha descrito como el ciclo de la violencia de género, consta de tres fases que se repiten una y otra vez:

Fase I – Acumulación de la tensión

Esta etapa puede tener una duración indeterminada, desde días, semanas, meses o años. En ella ocurren incidentes menores como gritos o pequeñas peleas. Se acumula la tensión y aumenta la violencia verbal. La víctima interpreta estos incidentes que se producen en la primera fase como casos aislados que puede controlar, que no se volverán a repetir o que simplemente desaparecerán.

La víctima trata de calmar al agresor, se niega a sí misma que lo que está ocurriendo es una situación intolerable, busca excusas para justificarle, tiende a echar la culpa a otros factores («ha tenido un mal día», «estaba borracho») y encubre al agresor frente a otras personas.

La actitud que se asocia con el agresor durante esta primera fase es cada vez más celosa y agresiva, se enfada por cosas insignificantes, está más sensible, alterable, tenso e irritado.

Una de las características que Walker destaca durante esta fase es la de auto culpabilización de la víctima: trata de «complacer» al agresor y cree que está en su mano hacer que no se repitan los incidentes, por este motivo él no se siente culpable de su comportamiento.

Fase II – Estallido de la tensión

Walker define esta fase como la «descarga incontrolable de las tensiones que se han acumulado en la fase anterior». Esta vez la falta de control y la destructividad dominan la situación. Se producen las agresiones físicas, psicológicas y/o sexuales. La víctima primero experimenta una sensación de incredulidad que le lleva a paralizarse y a no actuar hasta pasadas unas 24 horas para denunciar o pedir ayuda. En esta fase es común que la víctima sufra tensión psicológica, insomnio, ansiedad, que permanezca aislada, impotente o que evite contar lo que ha ocurrido.

Esta teoría ha comprobado que los agresores tienen control sobre su comportamiento violento y que lo descargan sobre sus parejas de manera intencionada y selectiva.

Fase III – Luna de miel o arrepentimiento

Esta etapa suele venir inmediatamente después de la segunda fase. Es un periodo caracterizado por una relativa calma, en la que el agresor se muestra cariñoso, amable, incluso arrepentido, llegando a pedir perdón y prometiendo que no volverá a suceder. La tercera fase se suele acortar o desaparecer según se sucede el ciclo a lo largo del tiempo.


Este periodo dificulta en muchas ocasiones la posibilidad de que la víctima denuncie la situación, puesto que el comportamiento amable de su pareja le hace pensar que quizá haya sido solo un suceso aislado y que nunca más se va a volver a repetir la agresión. O puede que incluso sea durante esta etapa cuando la víctima retire la denuncia que había puesto en la etapa anterior.

Después de la fase de arrepentimiento se vuelve a la primera, la de acumulación de la tensión y después a su estallido, convirtiéndose así en un círculo, el ciclo, que define Walker, de la violencia. Esta teoría ayuda a entender  por qué muchas mujeres deciden no denunciar a sus parejas o por qué tardan tanto en hacerlo.

Dimensión del problema en España

En nuestro país muchas mujeres que sufren o han sufrido violencia en el ámbito de la pareja viven con lesiones (menor tiempo) o secuelas (duraderas e incluso permanentes) psicológicas directamente vinculadas con el maltrato. El sufrimiento que generan es una consecuencia más de esta lacra y tenerlas presentes es clave para ofrecer los recursos oportunos a miles de mujeres  que incluso a pesar de haber salido de la situación de violencia, tienen que seguir conviviendo con sus efectos.

Según la Macro encuesta de violencia contra las mujeres de 2015  una de cada diez mujeres  mayores de 16 años ha sufrido violencia física por parte de alguna pareja. Si hablamos de “violencia psicológica de control”, en datos de prevalencia a lo largo de la vida,  aproximadamente una de cada cuatro  mujeres la ha sufrido (estamos hablando de hechos como que su pareja quería saber en todo momento donde se encontraba o que su pareja se enfada o enfadaba si habla con otro hombre o mujer). Además una de cada cinco mujeres  asegura haber sufrido o sufrir insultos por parte de su pareja o ex pareja o la ha hecho sentirse mal consigo misma. Solo con  este esbozo observamos la grave amplitud poblacional del problema que tratamos, lo que resulta en mayor medida importante porque en general, prácticamente todas las mujeres que han sufrido o sufren cualquier tipo de violencia consideran que les afecta en mayor o menor grado a su bienestar actual.

Lesiones y secuelas psiquiátricas de Violencia Machista

Las dimensiones  del maltrato sobre la SM son complejas y afectan a todas las esferas de la vida psíquica: desde las emociones hasta la personalidad, las funciones y capacidades cognitivas previas, las estrategias de afrontamiento, el auto concepto o el estilo de relación con el mundo.

En el inicio del desarrollo de su investigación sobre psicopatología en la mujer víctima de la violencia machista  destaca  la definición de  Síndrome de mujer maltratada por Leonor Walker. El término se utiliza por primera vez en 1977 y se revisa en su segunda investigación en 1984.

El Síndrome de Mujer Maltratada está constituido por seis grupos de síntomas clínicos:

  • recuerdos perturbadores del acontecimiento traumático.
  • hiperexcitación y elevados niveles de ansiedad.
  • conducta evitativa y entumecimiento emocional expresados normalmente en forma de depresión, disociación, minimización, represión y renuncia.
  • relaciones interpersonales conflictivas debido al poder ejercido por el agresor y sus medidas de control.
  • distorsión de la imagen corporal y dolencias físicas y/o somáticas.
  • problemas sexuales.

La nosología psiquiátrica actual clasifica a este conjunto sintomático como un Trastorno de Estrés Postraumático o como una Transformación Persistente de la Personalidad tras una Experiencia Catastrófica (según manual CIE10)

Globalmente, podrían agruparse las manifestaciones y secuelas  psiquiátricas de la violencia de género o machista del siguiente  modo: 

La Depresión y el trastorno de estrés postraumático son los problemas más prevalentes en las mujeres victimizadas (casi la mitad de las mismas pueden padecerlos).

Los trastornos de ansiedad también son muy frecuentes y de todo tipo en su presentación clínica.

Las mujeres víctimas de VM padecen muchos síntomas físicos que traducen sufrimiento emocional, son los llamados trastornos somatomorfos y psicosomáticos (como dolor crónico, cefaleas, colon irritable, etc.)

Los problemas sintomáticos a nivel de conducta alimentaria no son raros, así como las disfunciones sexuales (anorgasmia, disparemia)

El abuso de sustancias, en especial tipo ansiolíticos y alcohol, se producen en las mujeres víctimas con una frecuencia cinco veces mayor que en las mujeres de la población en general.

Así mismo el ser víctima VM multiplica por cinco el riesgo del suicidio respecto de la población en general.

También es muy destacable el daño sufrido por los niños expuestos a la violencia en la familia, que padecen más conductas agresivas y antisociales así como más conductas de inhibición y miedo que los niños no expuestas a VM.

Orientación general de intervención en la Violencia Machista

El abordaje de las consecuencias psiquiátricas y psicólogas de la Violencia de Género o Violencia Machista debe incluir el apoyo profesional, familiar e institucional. Por ello requiere su enfoque multidisciplinar con desarrollo de trabajo en red y alta coordinación de todos los recursos disponibles (médico de familia, psicólogo, psiquiatra, trabajador social, pediatra, etc.)

Violencia de género: Lesiones y secuelas psicológicas.

Numerosas investigaciones  han demostrado que el maltrato tanto físico como psicológico produce repercusiones neuropsicológicas en las víctimas que pueden ser estables y duraderas en el tiempo.

En España, muchas mujeres que sufren o han sufrido violencia en el ámbito de la pareja viven con lesiones (menor tiempo) o secuelas (duraderas e incluso permanentes) psicológicas directamente vinculadas con el maltrato. El sufrimiento que generan es una consecuencia más de esta lacra y tenerlas presentes es clave para ofrecer los recursos oportunos a miles de mujeres  que incluso a pesar de haber salido de la situación de violencia, tienen que seguir conviviendo con sus efectos.

En general, prácticamente todas las mujeres que han sufrido o sufren cualquier tipo de violencia consideran que les afecta en mayor o menor grado a su bienestar actual.